viernes, 23 de marzo de 2012

BEGOÑA CALLEJÓN: LA CAMADA FEROZ (Col. Candela, 2012 - Ed. Amargord)

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Este miércoles 21 de marzo se presentó la colección Candela (Ed. Amargord), de poesía (y ensayo) escrita por mujeres, que coordina Mar Benegas. Begoña Callejón leyó textos del poemario La camada feroz.
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A tener en cuenta una voz que agujerea el muro hacia lo imposible, pero real:
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Begoña Callejón, con La camada feroz, irrumpe sobre la escena poética la vida cotidiana trasvasados los límites de lo normalizado, de lo previsible. La violencia y el desquicio, la fiebre de libertad es la enfermedad de los vivos. La poesía, pobrecita, apenas en la orilla del abismo de los torturados. Un hermoso, potente y agitador de conciencias libro que aparece en la colección Candela (Ed. Amargord)..
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Víktor Gómez
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 Mar Benegas, Luci Romero, Begoña Callejón y Mª Gabriela Lavera


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SANATORIO BEELITZ-HEILSTÄTTEN
Suroeste de Berlín


Avanzan hacia mis ojos figuras huérfanas de un mapa que ha comenzado a dibujar su itinerario. Pagará el invierno. Pagará la nieve. O tal vez cada palabra que se haga silencio en la memoria náufraga de un pájaro muerto. Donde los rostros canten con la certeza de que los rígidos hilos del ayer fornican hacia el espejo incendiado.

Detrás de mis pasos el bosque se aproxima. Húmedo. Arrepentido. La batalla de Somme ha terminado y Adolf Hitler decide curar sus heridas. Rompe las cartas - NO MIRAR – serpientes en movimiento pactan su suicidio.

© 60 edificios: enfermedades contagiosas, rehabilitación, crónicos, enfermos mentales, incurables.
© 200 hectáreas.
© Salón de actos y capilla.
© Un hospital de guerra, 17.500 convalecientes.


He nacido tantas veces que arrojo vocales al cielo para atravesar las  ventanas de arena negra, las no tienen nada que decir. Y aquí estoy. Con una mano en la garganta. Ebria de alimentar al miedo. Soy la niña que se balancea en la cornisa de humo. La que parió miradas húmedas para regalar a los muertos.
La que fue soñada.
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Berlín


Nunca olvidé la gravilla silenciosa que juzgaba con hastío la seducción mórbida de tus pasos. El capricho y las arcadas que se ceñían como lenguas piadosas imitando un combate que agonizaba a través del túnel entumecido de las tinieblas.
Nunca olvidé el océano cristalizado que se hacía pasar por guante, pañuelo, el mismo que tú tratabas de hundir como si se tratase de un cortejo infernal y mientras tanto, yo cogía el timón, esquivando los féretros febriles que amamantaban a los títeres del ensueño.
Nunca olvidé el secreto del diablo azul que corría desnudo en Ildaboth. El que tú conoces. Ni a sus zapatos avergonzados, sus heridas, su sangre. Aquella sombra arrugada que crecía bajo las faldas de las novicias para dar luz al gozo de los placeres clandestinos de la carne.
Nunca olvidé el lecho donde hoy comen los gusanos. Al encantador de mariposas que se deslizaba por el barro sin mirar al cielo.

Fluyen los días, los meses, los años sin que nadie recuerde el temblor de mis pechos junto al Spree.

El reloj es un jugador.
                            Una trampa.
                                       Un desafío.
                                                   La llave perdida de mi jaula.


Al verte pasar, no vuelvo la mirada.



Berlín, invierno de 2010

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