jueves, 26 de enero de 2012

SANDRA SANTANA: POEMAS INÉDITOS


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Éste viernes 27 de enero leerá y conversará desde Librería Primado (Valencia) Sandra Santana, junto a Concha García y María Salgado. Sandra expuso hace tiempo una "Poesía como hurto y como suspensión voluntaria y provisional de la incredulidad que induce a aceptar las experiencias más extraordinarias".
Conviene ir sin ideas preconcebidas, escuchar atentamente y dejar que el acontecimiento marque un mes de enero vivo y agitado, una ahoridad a la que le puede venir bien la sincronicidad y pericia de un poema que siguiendo un muy particular "eterno retorno" actualiza bajo otra mirada los arquetipos y las leyendas, la herencia cultural y sus reflejos históricos. No se puede entender el presente sino como una imagen relampagueante que aúna como en un collage fragmentos del pasado que lo constituyen o han favorecido a que sea tal cual es. Sutileza y precisión. Y varios puntos de observación o dinámica. Lo exterior y lo íntimo, el cuerpo y el paisaje. El deseo, la voluntad, lo imposible, ¿cómo se podría, poema por poema, dar cuenta de las circunstancias y las circunferencias, de los matices y de lo mismo, de la voracidad llevada a virtud y de la demencia erigida en rey? La poeta expone sus textos, son las personas que acudan al libro o a la lectura las que tienen una hermosa y ardua tarea... 
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Víktor Gómez
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HIJOS QUE SOMOS DE ULISES, AQUEL ORGULLOSO DE PODER BATIR A CUALQUIERA SEGANDO TRIGO CON UNA BUENA HOZ EN UN LARGO DÍA SIN COMER DESDE EL ALBA HASTA EL CREPÚSCULO


Existía un lugar en el que podían verse cruzar con insistencia las direcciones de un pájaro (en el cielo), un tren (atravesando la vías, bajo el puente), y un coche (por la carretera situada al frente). Sentía cierto alivio al avanzar por aquel camino mientras cada elemento, después de coincidir alargando al infinito un brevísimo instante, continuaba su rumbo y la abandonaba con la intuición de que en cualquier momento aquel encuentro podía volver a producirse.

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La extraña figura formada por un cuerpo irreconocible. Los brazos junto a las piernas y el movimiento de cualquier dedo hacia la puerta, hacia la ventana, hacia el techo. La presión de la lengua sobre una superficie mínima abriendo direcciones invisibles, secretas a los túneles de la voluntad. El giro imposible de la cabeza hacia atrás, rompiendo el cuello en la sábana luminosa.


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Y, de nuevo, ¿acaso no era aquella mirada idéntica a ésta con la que años después atrapa el pastel con firmeza mientras se humedece los dedos? Nuestro repertorio de gestos no es infinito, en ocasiones dos sonrisas iguales unen estancias lejanas de modo inconveniente. En resumidas cuentas, ¿no satisfacía ahora, al acercarse la mano a la boca, el hambre de otro postre?
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Sandra Santana