martes, 21 de julio de 2009

Jenaro Talens: mi oficio es la extrañeza

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EJERCICIO SOBRE TRANSPARENCIAS

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Mi oficio es divagar sobre estas cosas,

dar cauce a lo invisible

que atraviesa unos muros tan altivos.

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Mirar los árboles que mi deseo erige,

o quizá apenas la raíz o el eco

de algún árbol difuso que la luz ulcera.

Vagas apreciaciones con que amueblo un orden

que nada espera cobijar. Ah, si mi voz pudiese

vivir con ignorancia en la indefinición.

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Mi oficio es la extrañeza:

ver este azul que nace con el amanecer.

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--- Jenaro Taléns publicó en 1980 en la editorial Hiperion  Proximidad del silencio. Y con éste poema, zarandeó en el 2002 mi concepto de poesía y búsqueda, de oficio o antioficio poético, de proximidad a la corte o de alejamiento al encuentro con la poesía. La verdad es que releerlo este verano, en Sierra Mágina, me confirma que hay poemas que resisten y otros no nuestras propias derivas. Aquí pasé y creo que volveré a pasar, hacia el estupor de una escritura concienciada a la leal praxis del exiliado de no casarse con el poder ni arruinarse en la pompa de los notables sino seguir buscando, caminando como huésped de lo inesperado, como testigo de  cada día otro y su invisible (des)orden. Y nada más hermanado al ser, al ser de la palabra, que esa corporalidad y sus vínculos por la que esta poesía respira y transluce los hilos del deseo y sus pérdidas (y su ganancia).

Víktor



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RAFAEL PÉREZ ESTRADA: de la ociosidad celeste de los ángeles

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ARCÁNJELES PARA UN TAPIZ

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XII

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Contra toda leyenda y tradición canónica, el seso del ángel es un logaritmo en el que las cifras desdoblan su significado, de tal manera que sólo otro ángel —de modo sutilísimo— podrá entender su extensión. También el aliento tiene virtud de proximidad, y las transparencias de la mirada, clave de voz. En todas estas cosas el espíritu se satisface, al igual que siente los cambios atmosféricos que modifican el carácter humano, y a ellos se abandona.

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Más el ángel no puede penetrar, ni conocer, ni someterse al dominio de otro semejante, lo que en principio le ajena del amor y sus visicitudes. Quizá por ello, Dimitri Zulawski, poeta de la Rusia ortodoxa, pensando en tan triste limitación, inventa jubiloso: «¡Los actos copulativos de los hombres son a veces aprovechados por los ángeles para satisfacerse en ellos!»

Rafael Pérez Estrada  (Málaga 1934-2000) publicó Tratado de las nubes en la editorial Renacimiento, en 1990. la prodigiosa invención que su palabra ofrece nos revela bajo una mirada maravillada y maravillosa la naturaleza de lo visible y lo invisible, de lo imaginal y lo realista, sin discontinuidad. Así el libro se divide en las secciones Tratado de las nubes, Bajo el arco iris, Figuras de un bestiario, Arcánjeles para un tapiz y Conspiraciones. Lejos de un irse del mundo, la sutil mirada y la muy reflexiva palabra del poeta andaluz me sugiere otras interpretaciones de los fenomenos y orígenes de lo amoroso, la melancolía, el deseo o la amistad por el saber y la belleza. Otra manera de insurrección, la que nos permite esta poesía liberada de la banalización de las representaciones canónicas del mundo en la era de la post-televisión y la inmanencia del chat electrónico o el arte protituido del cine comercial. A prueba de esto mismo, por ejemplo, leyendo Sobre las nubes al principio del poemario de Rafael Pérez Estrada:

"El poeta coreano Kim Sup dibujó en un rollo de seda fucsia un poema intraducible, cuyo sentido, sentimiento aproximado, quería decir: «cuando el ave del arco iris hiere con su pico de plata el corazón de una nube, la lluvia es sólo la lejana queja de un llanto irrepetible»

Curiosamente, hoy leí, a primera hora de la mañana en una carta del ínclito Ángel Lujan respondiendo ante mi amistosa demanda de recuperar su poemario "El silencio del mar", esto:

Trataré de rescatar los archivos pero no te aseguro nada. Como están publicados en la diputación y en el ayuntamiento de Campo de Criptana son inencontrables. Es un buen adjetivo para la poesía: lo que no se deja encontrar. Un abrazo,

Ángel

Vaya pues esta entrada en memoria de uno de los grandes, Rafael Estrada, y en gratitud a Ángel Luján, Rafael, Manolo, Idoya, Miguel, Miguel Ángel y compañía en defensa de Priego y los encuentros de poesía que tan valiosamente propicia Diego Jesús Jimenez.

Víktor Gómez



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