viernes, 20 de marzo de 2009

Juan Carlos Mestre: Algunos muertos

ALGUNOS MUERTOS

Algunos muertos giran como persuasivas ideas alrededor de lo que se cree un vínculo con la felicidad. Entran en los bares, piden tazas de aceite para el clima melancólico de cuanto se da por supuesto. Desde su taburete observan el domicilio de las cuatro estaciones, piden ginebra indolora durante la sobremesa de sus placeres inútiles. Saben que la probabilidad ha remendado las enciclopedias, conocen al demente desamarrado de la creación, le ladran en los calcetines. Igual se enfría el vapor moral, igual vuelve cada uno a la miniatura de sus caprichos. Cierran los comercios, la muchedumbre entra en la calvicie, el tipógrafo ordena la escolanía de la muerte. Tengo catorce años, Gilberto Ursinos se ha suicidado con el cinturón de la primavera. En voz baja crecía el laurel y las orugas tenían los tobillos hinchados. Poco más puedo decir sobre el idilio con la apatía, los tipos sin imaginación tienen mala salud, así que es preferible alquilarle otra casa a las adivinas. Lo que oímos es la cosecha del sánscrito, balidos del juez invisible en el crematorio de nubes. La palabra legua ya estaba en desuso, pero esa hubiera sido la distancia exacta entre la herradura de los amadores y la barbilla del infinito. Los cueros de la morgue rodean el abedul de su pensamiento, las huellas de los coches fúnebres salen de la franquicia de la literatura. Te has quedado solo, ya no lo oyes toser y el valle escurre su silencio sobre la felpa siniestra. La advertencia es el entusiasmo, esa brea de abejas en los túneles inundados por la visión indecible. Otras especies de la noche bajarán a acompañarlo en el rincón más avaro, se casará bajo la tierra con los ojos vendados y las cuñadas cantarán en los delantales. Pájaro, yo también me he hecho mayor y la mayoría de la gente que nos hubiera querido se ha ido muriendo. Hemos consumido las sales de la promesa, las gatas siguen pariendo en los urinarios abandonados. Cada palabra es una tijera que se multiplica, un desconocido cuya pena no ha sido invitada, oscuros padres en las bebidas amargas como una cisterna dilatando el insomnio. Hacia donde vamos la realidad carece de comportamiento, pero aún así el descreimiento de la belleza no autoriza el alboroto de los soldados.
Juan Carlos MESTRE
Publicado en la revista
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