domingo, 31 de agosto de 2008

CHANTAL MAILLARD (I): Pensamiento y Poesía

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ESTRATEGIAS
Escribir.
La escritura como abs-tracción.
También llenar una botella
con abertura pequeña.
O limpiar
la arena del gato.
La voluntad
ausente.

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Querido Ratten:

¿Qué decir de una poeta que se considera filósofa que la consideran poeta, que se sabe filósofa y es poeta que asume el lenguaje de los pájaros, la voz del paisaje, el cuello del búfalo como el libro, es un decir, desde su inmanencia, desde la memoria del agua que fluye con patas o con piernas... o casi?

Escuchar, eso es, casi, la única opción:

Víktor Gómez




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14 MAHANIRVANI GHAT


Búfalos y barcas. Los búfalos rumian, tumbados en la arena pisoteada. Las barcas están quietas. Cierro el cuaderno. Protejo lo mejor de mí. Repliego el interés de pintar con la escritura. Ver un búfalo rumiando es ver la tierra estremecerse hacia adelante.


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26 MANASAROWARA GHAT


Hilos de cometas pasan rozándome el cuello. Mi cuello de búfalo tenso hacia delante. Hilos guiados por pequeños aprendices del dios Yama, pequeños aprendices de la muerte. Yo soy la decapitada, aquella a la que miran los sadhus desde su barca, la que miran sin verla, la que se bebe el sueño de todos los que juegan a ser lo que son. Hilos de cometas me acarician la piel. Mi piel de búfalo decapitado.


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“Escribo para que el agua envenenada pueda beberse”.


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Chantal nos comenta:

En ningún caso como en China o Japón han estado tan relacionadas pintura y poesía. Para leer un poema chino deberíamos lograr unificar ambas cosas.








En Sopa de Poetes, una entrevista a Chantal Maillard. Paciencia, que en los primeros momentos no se oye a Chantal, pero luego vale la pena seguir el hilo de la conversa. A partir del minuto 7:45 h.

"La palabra es ruido, hablamos demasiado... la orina de los hombres, la orina con la que los animales marcan su territorio..."





CHANTAL MAILLARD, nos sugiere con cierta suspicacia:

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Volver a las palabras.
creer en ellas. Poco. Sólo
un poco lo bastante
como para salir a flote y coger aire
y así poder aguantar, luego,
en el fondo.Volver a las palabras. Con
voluntad de sentido.
Boqueando. Pez en la orilla
común de los creyentes.
Volver. Decir superficie. Escribirla.




Aprendo mis límites cuando con paciencia mido el peso de mi cuerpo, el ángulo que traza su sombra en las paredes y esas líneas que procuro borrar a fin de no perturbar el orden de lo visible.
------- Aprendo mis límites proporcionalmente al deseo que tengo de convertirme en mirada y descansar en ella.


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INTERMEDIO


Entre una imagen tuya
y otra imagen de ti
el mundo queda detenido.
En suspenso. Y mi vida
es ese pájaro pegado al cable
de alta tensión,
después de la descarga.

De "Lógica borrosa" 2002




La pregunta por la relación entre poesía y pensamiento ha llegado a ser uno de los tópicos de los encuentros poéticos. Aparentemente, el tema da para mucho, pero una termina preguntándose si no será ésta otra de tantas falsas dicotomías que se inventan, al nombrarlas, para poder hablar de algo, que de eso, al fin y al cabo, se trata.

Obtuve la respuesta de repente, mientras leía el Fiat umbra (Pre-Textos) de Isabel Escudero cuando, al darme cuenta de que levantaba los ojos del libro y me quedaba con la mirada perdida después de la lectura de uno de sus fragmentos, recordé un ejemplo que ponía Miguel Palacios en sus clases de Ética: el que lee filosofía, decía, levanta a menudo la cabeza, como hace un pájaro al beber. Así, lo leído se filtra, como el agua en la garganta del pájaro, y se asienta en el entendimiento. Pues bien, tomé conciencia, en ese instante, de que no estaba leyendo un ensayo sino unos poemas y que, sin embargo, hacía el mismo gesto; la misma necesidad había de dejar que el agua se filtrase y hallase su camino hacia el núcleo. Si, pues, para beber el verso hay que levantar la cabeza, ¿qué diferencia existía entre el poema y el pensamiento?
No obstante, fiel al principio de sospecha, volví a la pregunta: ¿era realmente el mismo gesto? ¿Acaso no había, en la recepción de un buen poema, además del placer del entendimiento, un cierto paladeo? Ciertamente, el verso se “saborea”. Y esto, el sabor, al que los filósofos de la India llamaban rasa, es algo que viene dado por la buena elaboración, por la sabia combinación de los ingredientes. No otra cosa es la poíesis.

Pero si bien la poíesis es el arte de hacer poemas, el poema no es la poesía. El poema es algo más. Nos abre una ventana, a veces pequeña, a veces grande, sobre el mundo. Nos cuenta algo que, sin saber, sabíamos, y que reconocemos. El poema es una evidencia que nos asombra. Derrida lo comparaba con un erizo. Lo encontramos indefenso, hecho una bola en la autopista, y nos dan ganas de cogerlo, de protegerlo porque allí, muy a ras de suelo, murmura, dice algo muy bajito. Algo importante. Pero sin aspavientos. Y repetimos lo que murmura, nos lo aprendemos de memoria (par coeur) y el corazón, entonces, el corazón que no había, se hace.

Este hacerse el corazón no es cosa de artificio. Es tiempo de deponer las ansias, los poetas, y estar atentos. Caracol, mejor que erizo, el poema —y el poeta— es la más humilde de las criaturas. Indefenso pero ligero, lleva consigo su casa, su morada; la construye con su propia saliva a medida que va creciendo. Así ha de ser el poeta para los tiempos que vienen. Humilde, anónimo si pudiera. Porque lo que dice, lo dice para todos y es en boca de todos cuando halla cumplimiento.

Vuelvo al Fiat umbra. A medio camino entre el haiku y la sentencia popular o la métrica breve castellana, estos “farolillos” expanden su luz en mi penumbra. Brevemente, a modo de estampas para la imaginación o para la inteligencia, permitiendo ese sesgo de la mente que tanto abreva. Sirvan de ejemplo para lo dicho. Beber un sorbo y levantar la cabeza. Como el pájaro.

En Babelia, 21 de junio de 2008.