martes, 11 de marzo de 2008

MARIA JOSE PASTOR: Versos que sanan, que resisten, que osan la libertad.

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“La masificacion a hecho estragos, ya es difícil encontrar originalidad en las personas y un idéntico proceso se cumple en los pueblos, es la llamada globalización, ¡qué horror! ¿Acaso no comprendemos que la pérdida de los rasgos nos va haciendo más aptos para la clonación...”

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“...estamos aún a tiempo, podemos resistir contra el imperio de la máquina, la pobreza existencial, la pérdida de los valores... podemos ser más que seres sometidos al sistema... somos más! Solo depende de nosotros cultivarnos y hacernos florecer sobre este campo minado”.

Ernesto Sabato



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En un intento de desemascarar la bondad del mundo global, en un intento de conservar la cordura que está encerrada en esporas para que puedan luego germinar el siguiente libro inspirado en la Resistencia de Ernesto Sábato es un llamamiento a la alerta, a no dejarnos arrastrar por la tendencia general sino a ser reflexivos y críticos


Mª José Pastor





A veces es preciso lejanía,
sobrevolar y ver en su conjunto,
sin la nariz pegada a los cristales.
Con ligereza, desnudos de lo impuesto,
con perspectiva crítica y serena.
Porque nos venden que somos engranaje,
que nunca escaparemos de la máquina.
No es cierto.
Somos bielas, dientes que muerden otros dientes,
ejes, poleas, todo somos.
Somos piezas donde engarzan otras piezas,
con los ceros y los unos incrustados,
con los bites recorriendo nuestro cuerpo
a la velocidad de la inyectada propaganda.
Pero podemos diseñar nuestro futuro:
ser autónomos.


De Esporas de Cordura


María José Pastor,

médico, poeta, voluntaria en acción social,

compañera de Polimnia 222

LUIS LUNA: Por qué escribir poesía hoy y por qué recitarla

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Al margen. En el margen
escribe anotaciones
que no sean precisas.
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Que el fulgor sea esto.
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Luis Luna
(De Territorio en penúmbra, inédito)





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La caza dialéctica es una caza mágica. Al bosque encantado del Lenguaje, los poetas van expresamente a perderse, a embriagarse de extravío, buscando las encrucijadas del significado, los ecos imprevistos, los encuentros extraños; no temen ni los rodeos, ni las sorpresas, ni las tinieblas.



P. Valèry

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La poesía no vende, el mercado está copado por cenáculos, incluso por cantantes a los que les dio por publicar poemarios. Entonces, ¿por qué escribir poesía para una sociedad que consume inmediatez, superficialidad, que no desea pensar demasiado, que concibe lo artístico como decoración u ocio? ¿Se trata de una forma de exhibicionismo? El “todo vale” ha llegado también aquí y tenemos que escuchar los desahogos poéticos de numerosos autores mediocres que nos cuentan su vida sin que hayan reflexionado previamente si esa vida nos interesa o no. Después, cuando ya tienen un nombre, se pasan a la novela. Aquí paz y después gloria, la poesía era “eso” que se escribía al principio, “algo” muy “bonito”.











Luis Luna (Madrid, 1975)



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Sin embargo, de algún modo u otro, intuimos que la poesía –ojo, no los poemas que son solo una forma- es algo más que eso, que reside en otra parte. He ahí uno de los principales problemas que afectan al hecho poético: se puede decir más a través de la negación que a través de la afirmación. La poesía rechaza certezas, dogmas, cerrazones, gusta más bien de los márgenes, de las elipsis. Se puede hablar, del mismo modo, mucho de poetas, pero poco de poesía. Algunos lo han intentado, pero no es éste espacio ni lugar donde proponer un estudio erudito. Se trata más bien de un breve ensayo donde introducir el tema.

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Cuando leemos la cita de Valèry que encontramos al principio de este artículo nos asombra, en primer lugar, el verbo “perderse”. Valèry nos habla de una búsqueda a través del lenguaje, de una búsqueda de lo inefable, del decir más con menos, de que lo queda temblando en la lectura de un poema y que no son las palabras, ni el ritmo, ni el significado, ni el mensaje, ni siquiera la idea –no estamos ante la tópica idea platoniana- es el hecho poético, es la verdadera poesía. No poesía pura, sino pura poesía, para decirlo en palabras de Ángel Crespo. Estamos ante, aproximadamente, una idea mística –mística no debe identificarse con religión-: el poeta-hombre se vacía para llenarse de poesía, recae en una realidad automatizada, que se perpetua delante de nuestros ojos, para desautomatizarla y ofrecerla intacta, brillante-alquimia, convertir la piedra en oro-. Este es un hecho tan emocionante que puede explicar por sí solo la necesidad de escribir poesía todavía y precisamente hoy, en una realidad cada vez más dada por supuesta y tendente a lo virtual, a la relativización absoluta. Se trata, por tanto, de un trabajo infinito, no escribir sobre la realidad, sino reescribirla, hacerla posible a través de las diferentes voces y maneras de escribir poesía.

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Decía Pombo en una reciente entrevista publicada en la revista “silencios” que los poetas conocen bien el silencio, que se saben siempre muy cercanos a él, próximos a callar. En ese callamiento reside gran parte de la potencialidad poética. Una tensión adecuada entre sonido-silencio es ya una forma de hacer poesía. De tal suerte, la poesía se fragmenta, contiene, como bien explicaba Francisco Pino, numerosos agujeros en los que el lector puede reconocerse. Poesía que se quiere actual: realidad fragmentada, personalidad dividida, poesía, entonces fragmentada, dividida. Para lograr esa trascendencia no hace falta recurrir a lo extraño, a lo inusual, basta saber mirar, mirar es también una forma de arte, mirar detenidamente, “atentamente” a lo que nos rodea y, partiendo de ello, de esa cotidianidad, saltar al vacío, internarse en la “caza mágica” de la que habla Valèry. Una caza desprovista de, por supuesto, ideas preconcebidas o repertorios programáticos apriorísticos y, también, como no, de afán de notoriedad, de ansia por la publicación que nos refrende de cara a la galería.

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Uno de los modos de respirar esa emoción es la recitación. Denostadísima hasta hace bien poco –y tal vez a ese desprestigio hayan contribuido y mucho los recitales poéticos al uso- empieza a revalorizarse ahora como uno de los medios de expresión literaria más auténticos. El valor de lo performativo, la capacidad de interacción entre el poeta y el oyente se multiplican, se esparcen, se disuelven. La creación de la atmósfera necesaria para un buen recital se convierte en todo un rito poético, transforma el hecho poético en una comunión de estados anímicos entre quien recita y quien escucha. Estas enseñanzas parten de Dadá(aunque habría que explorar las numerosas religiones que utilizan la palabra en sentido ritual) y se transmiten con las vanguardias –esas que, en España, según muchos no han existido nunca- hasta nuestros días, en los que numerosos grupos y poetas aislados emplean sus recitales para acumular nuevas experiencias en su quehacer poético y aproximan la poesía al arte, alejándola, al mismo tiempo de la literatura. En mi caso, los recitales son esenciales para “sentir” lo que hago, simbolizan un puente que cruzo en un sentido y otro, del diapasón que soy cuando escribo hasta el lector que soy cuando escucho o leo-y la lectura no es más que una recitación íntima de lo leído- y viceversa. Después de ese ejercicio queda el silencio, la poesía.



Luis LunaCopyright by ©Luis Luna

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