domingo, 2 de marzo de 2008

LAURA GIORDANI:

Laura Giordani convoca todas las hambres del ser: cómo si vallejiana su alma imantase ese dolor estructurado del mundo, esas cadenas que retienen en la cárcel de la miseria a pueblos sin presente.

"Hambre es parte de un poemario (doliente) que estoy trabajando este último tiempo. El poemario tiene que ver con el sufrimiento infantil en el mundo y es una continuación de cartografía del cartón." me escribió muy recientemente la autora.

Su voz es afilada y miseridordiosa, corajuda, interpeladora. Es una voz que acaricia la muerte de los otros, su ir muriendo, sin consuelo. Un poema sin necesidad de preámbulo, que ya viene de siglos de precariedad y gritos inoídos...


Víktor Gómez




Hambre


I

A tu alfabeto le andan faltando letras
hasta que no hay manera de deletrearte.


Ver cómo se disgrega el torso
cómo los continentes
se hunden en el vientre.
Tu vientre socavón
desmoronamiento de la mirada.


II

Las abejas se llevan cada vez
más lejos el polen.

La cuchara se desmaya en el trayecto
hasta tu boca.


III

“Danos hoy nuestro hambre de cada día”
tu Padre Nuestro.

No las espigas ni los costales: para ti
las costillas esdrújulas, el fuego
negro que sube por los talones
y va consumiéndote sin llama.

Cráneo crecido
y cuerpo en cuarto menguante,
todo cuenca y pómulo,
todo descuento de tu carne
y suma pellejo
y sigue sin llover
sobre tus surcos.


IV

La luz misma desfallece
de tanto ver el hambre
como testigo maldito
pasando
de la madre al hijo,
del hijo a la tierra
de la tierra al fruto exánime.

La luz famélica de cubrir la desnudez
en cal viva de tus huesos:
una casa de la que solo quedan vigas
donde el último habitante
-desde sus ojos desmesurados-
pregunta quién se llevó toda la mezcla.


Laura Giordani

http://lauragiordani.blogspot.com/

ARTURO BORRA: Revuelta ahogada (de una mujer pastún)


Titulo: EL SUICIDIO Y EL CANTO

Tema: Poesía

Isbn: 84-87198-79-1

Autor: Sayd Bahodín Majruh

Editorial: Ed. Oriente y Mediterráneo

Lugar de Publicacion: Madrid

Fecha de Publicacion: 2002

Formato: Rústica

Paginas: 125

Dimension: 21x13cm

Peso: 170g

Precio €: 7.00


Descripcion: Poesía popular de las mujeres pastún de Afganistán. En los valles afganos y en los campos de refugiados de Paquistán, las mujeres pastún improvisan cantos de gran intensidad y fulgurante violencia: los "landays" (breves). Esta forma poética limitada a dos versos crea una instantánea de emoción, apenas un grito, un furor, una puñalada en el pecho. Estos poemas, dotados de un marcado ritmo interno, hablan de amor, honor y muerte, y, valiéndose de estos temas, de rebeldía siempre. Sin duda, nunca un canto tan breve reveló tanto de la inhumana condición de la mujer y de la opresión que la reduce al estado de objeto doméstico y la somete al código pueril de los hombres. Privada de libertad y vejada en sus deseos y su cuerpo, a la mujer pastún no le queda otra salida posible que el suicidio o el canto....





Con Arturo Borra y Laura Giordani comparto algunas lecturas, algunas vivencias, afinidades, miradas y una imposible punzada que se abre con los acontecimientos brutales en el presente, en el mundo, en nuestra receptividad temblorosa y airada. En el 2006/07 leímos por separado "El canto y el suicidio" poesía oral de las mujeres pastún, conocidos como landays. De esa herida se hizo un río de versos y revueltas palabras ordenadas en el poema "Revuelta ahogada (de una mujer pastún)" de Arturo Borra y que ya me conmovió hace un año. Hoy su relectura pide aflorar en tierra de nadie, ante las miradas de muchos. ¡Qué tristemente actuales son estos versos del año pasado!

Víktor Gómez






Revuelta ahogada (de una mujer pastún)


-I-

Ahogaré esta revuelta
de esclava: las montañas atestiguan el camino
que me veda. Soy oprobio para la Ley
que prohíbe mis pasos, la laceración
de una vida sin rostro.

Sólo un canto contenido me sobrevive.


-II-

El veneno y el ahogo
rescatan el pulso repudiado. Otros
nombrarán mi muerte: evasiva, suicidio, puja
contra la suerte echada antes de nacer.

Cuando parta, no seré yo quien hable:
“¡Oh, Dios mío!, me envías de nuevo la noche oscura.
Y de nuevo tiemblo de la cabeza a los pies, pues debo entrar en el lecho que odio”[1].





[1] Citado en Majruh, Sayd Bahodín, El suicidio y el canto, Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, Madrid, 2002, p. 20. Los landays que el libro recoge pertenecen a mujeres anónimas de Afganistán.















-III-

No puedes enseñarme las arrugas de la noche:
cada mañana mi piel padece el estigma.

Si no me es lícito amar, ¿qué otra moneda acuñaré
que no sea este furor de lecho forzado, la repetida
leyenda de los clanes que me aplastaron desde siempre?

Guardaré el recuerdo para quien no debe estrecharme,
y será olvido la rutina de morder las sábanas.






-IV-

No busques vestigios de dulzura: todo azúcar
se disolvió en la boca de mi amo.
¿Qué estrépito me resta como no sea la desnudez,
celebrar mi carne, el temblor
de un abrazo sin testigos que me esperanza
quebrando las tablas del catre al que me encadenaron?

No iré en silencio: habrá un último bullicio
que desafíe los escombros echados sobre los landays.

Desde esa tierra sola podré gritar el desierto
cayendo sobre mis horas.








-V-

Mi cuerpo es todo lo que tengo: continente sumergido,
surco horadado que aguarda la simiente. No me salves
más que la respiración; mi corazón es ruina
en la lentitud del abandono;
Kandahar es mi prisión, recuerda, Kandahar
-soledad de la nieve, aridez, miel imposible, arrebato
de oscuridad que se derrama sobre una mujer pastún-:
Kandahar, lapidación de las estrellas, tumba de mí,
amor en el destierro
que cifra este código del sacrificio.

No albergo la más mínima ilusión: volveré al polvo, seré hierba,
fuego, agua que apaga este puñado de añoranzas
tan inconclusas, ocultas tras la maleza que me creció en los senos
dormidos, habituados al cerrojo, sin más testamento que el terrible dios
de la crueldad que nos manda.












-VI-

Ah, pena de hambre,
hambre de goce, de ser recorrida alguna tarde
antes que caiga el remordimiento o la piedra.

No me hables del alma –soy este montículo al viento,
una hendidura hambrienta
que se rebela ante la ausencia.

Ni siquiera este incendio te pertenece.


Arturo Borra