viernes, 20 de junio de 2008

JORGE RIECHMANN: el empeño de vivir hasta el fondo

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Quizá lo que diferencie a un poeta sea la calidad de su atención, el empeño de vivir hasta el fondo, el trabajo de elaboración - consciente o inconsciente - de sus vivencias. Está siempre de servicio, hasta durante el sueño (algunas escuelas poéticas dirían que sobre todo durante el sueño). En cierto sentido vive hacia el poema: pero como esta actitud, la más de las veces, no es fruto de un esfuerzo voluntario sino más bien de un hábito adquirido, la cosa no resulta tan agotadora como podría parecer. Vive así hacia el poema: pero el poema llega, cuaja, cristaliza, se escribe cuando el quiere (o sea, en cualquier momento del día o de la noche, incluyendo la ducha, la duermevela y el autobús). La experiencia del puñado de versos, o a veces el poema entero, escritos a vuelapluma como recogiendo un dictado es tan conocida que no vale la pena detenerse en ella. No hay ahí ninguna comunicación numinosa: estamos recogiendo el fruto de lo que nuestra atención y curiosidad sembró durante aquel vivir hacia el poema.
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De manera que el disciplinado trabajo diario - el sentido de: levantarse a las siete y sentarse delante del ordenador - me sirve para escribir ensayo sobre ecología o sobre política, pero no para escribir poesía (que anoto en cuadernos que siempre llevo conmigo, y soy incapaz de escribir directamente al ordenador).


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Jorge Riechmann respondiendo a Noemí Montetes a la pregunta - ¿ Crees únicamente en el trabajo diario o le otorgas algún papel a la denostada inspiración cuando encaras el folio/la pantalla en blanco?

2 comentarios:

Pedro Montealegre dijo...

Viktor, también dejé un mensaje en el blog de Laura, no podré ir al recital
vyuestro en la casona, a esa hora nos llega visita y tenemos que ir a buscarla al terminal, y nos toca de guía turísticos (hasta el domingo) perdóname, porque tenía muchas ganas de ir, pero poara otra vez será.

Besotes, pedro

Cucaracha homicida dijo...

Que ganaban tanto los poemas recitados, no lo sabía, Víktor, tan ocupado como estaba en apurar las copas y sumergirme en los abismos de la pura teoría crítica literaria -de la que, por cierto, no tengo ni puta idea-.

Lo que nos ofrece el empirismo, oiga.