domingo, 9 de septiembre de 2007

ROBERTO JUARROZ: POESIA Y REALIDAD (I)

Yo me he sentido atraído en primer lugar por los elementos de la naturaleza. Nací en un pueblo al borde del campo. Mi padre era jefe de la estación de ferrocarril y teníamos enfrente el horizonte abierto. En esa pequeña ciudad de Coronel Dorrego me acostumbré desde muy chico a los silencios. Esas noches abiertas en donde se veían las estrellas, la luna nítida, los vientos, el agua, el árbol que para mí es un protagonista de la vida. Comencé mis lecturas muy temprano. Me atrajeron cada vez más y dediqué buena parte de mi vida a eso. Mientras tanto se fue configurando como lenguaje predilecto, o elector (tal vez me eligió a mí), la poesía.

Leí mucha poesía, de todos los tiempos y en varias lenguas, y poco a poco se fue formando ese hecho de vida que es escribir. Hasta que sentí que la poesía era un poco flácida, repetitiva, aún en los grandes poetas, con zonas en las cuales cedía la tensión interior, ese rango de intensidad que para mí tiene siempre el poema. Eso me llevó a concebir una poesía más ceñida, más estricta o rigurosa, en donde cada elemento fuera irremplazable. La inclinación fue la de recoger de las situaciones extremas eso que llevamos escondido en nuestro silencio, lo que barajamos y pocas veces decimos. Para eso necesitaba un tipo de lenguaje diferente que dejara de lado lo que las palabras tienen de ornamento, de euforia. Buscar formas de síntesis poética, que no es síntesis intelectual, en donde confluyeran emoción, sensibilidad, inteligencia.

Una forma de expresión que penetrase en las zonas aparentemente prohibidas. Zonas que mucha gente se veda a sí misma por temor. Albert Béguin, en El alma romántica y el sueño, dice que no se lee poesía porque se le tiene miedo. Es que la gran poesía desnuda las cosas. Es la búsqueda de lo abierto, no de una realidad cercada, estrecha, confortable que ya conocemos, sino un territorio que a veces el hombre ignora de sí mismo y en donde surgen, a veces, sus más ricos instantes.

(1993, en una entrevista) Roberto Juarroz



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Que cada uno despierte como es y a lo que pueda. Que no se sienta encerrado en teorías hechas en sistemas fraguados y hasta privilegios y poderes. Yo creo que cuando el poeta es poeta y vive lo que hace, siembra, y la cosecha no es de su responsabilidad. No esperemos efectos inmediatos. Hay que tener la humildad, diría yo, de dejar de esperar en ellos. simplemente, hacer lo que podemos hacer con la palabra que tenemos en las manos, vivir con ellas y olvidarse de los resultados.
(1984, en una entrevista)












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El centro del amor


no siempre coincide


con el centro de la vida.




Ambos centros


se buscan entonces


como dos animales atribulados.


Pero casi nunca se encuentran,


porque la clave de la coincidencia es otra:


nacer juntos.




Nacer juntos,


como debieran nacer y morir


todos los amantes


Roberto Juarroz

ANTONIO MENDEZ: El ojo anterior a la desesperanza

Una escritura no precisa sino unos ojos-labio que la relean, que dejen a la tinta ser océano y en un pequeño instante de soledad más posible abisal y desnudo, dejar al corazón hundirse sin compañía. Leer a veces es un riesgo. La vida es un riesgo. Peor que vivir es el simulacro. La poesía de Antonio Méndez, como ala del pájaro milansiano, roza aquello imposible al tacto, al ojo. Y no se rinde. Y no se calla, sino para dejar espacio a lo que es. Dijo Foucault, cuando le preguntaron por qué le interesaba la política algo así como que eso no era el problema, el problema es porque hay personas que no les interesa la política. A Antonio Méndez le preocupa y le ocupa como decir, que decir, ante el estupor del mundo malamente politizado, mal gobernado, mal descrito. La poesía se me antoja así accidental en su quehacer más intimo. Esa suerte de accidente por la que otros menos estrictos, atentos y sensibles lectores, ciudadanos, coetáneos podemos revisar los modelos, cuestionar el orden, la norma, lo convenido y disfrutar de una poética indagadora, al descubierto, arriesgada y complice con todo lo que en realidad importa.

Viktor Gómez


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EL BARCO DE LOS ESCLAVOS
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Arrullo de palomas, roncas. Todo en el aire al fin. Humo para los árboles suena en el momento aún frío del amanecer. ¿Dónde ocurre?. No recuerdo ni siquiera aquella lentitud del río, dando ya al mar, su forma de extraviarse sin nosotros. Hay un nuevo comienzo -eso puede que sea verdad. Es otra devoción. El último golpe sigue en mi cabeza y en el resto del cuerpo. Caigo. Y es más: se qué mi amor es parte de la trampa.

Antonio Méndez