sábado, 18 de agosto de 2007

ADA SALAS: Alguien aquí (II)

ESCRIBIR predispone a lo extraordinario:
oír lo que no se ve, ver lo que no se oye.

Pero cuidado con perderse.

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Ada Salas

EDUARDO MILAN: poema y entrevista

Ostras de coraje. México: filodecaballos, 2003.

Dicen que la poesía ayuda en tiempos de crisis
cuando el plomo de los pies bajó el alma
a ras del suelo como un niño afgano
casi anciano sin entender por qué
no florece porque no florece.
Como un padre caído.
Como otras imágenes que ahora no vienen:
el siempre presente, el sempiterno, de serpiente
nudo en la garganta de la soga interior
que ata el llanto y nadie ve, nadie
notaría el ahogo. Anciano es un decir
para un promedio de vida de cuarenta años.
Caído es un decir: la verdad es derribado.
Pero si ayuda, si en realidad ayuda
que lo desdiga, que lo levante todo.

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Son pocos los que se atreven a escribir hoy la palabra compromiso, y menos aún los capaces de convertir esa palabra en una aventura radical del lenguaje. Eduardo Milán (Uruguay, 1952) lleva años abriendo este camino, en su condición de poeta, crítico, antologador y traductor, con una trayectoria ligada a figuras fundamentales de las últimas décadas, como Haroldo de Campos, Octavio Paz, José Ángel Valente y Juan Gelman. En España y México (país donde reside) se han editado la mayoría de sus títulos, entre los que destacan Manto (su poesía reunida hasta 1999) y la recopilación de ensayos Resistir (segunda edición de 2004), ambos editados por Fondo de Cultura Económica. Uno de los principales invitados al Festival Mundial de Poesía "Compartir el Mundo", en pocos días más podremos disfrutar la voz de quien también se ha atrevido a escribir la palabra alegría.



- Tus libros hablan de resistencia y coraje: ¿contra qué escribes?


- Empecé escribiendo contra la adversidad. En realidad, publicando contra la adversidad. En 1973 mi padre fue a la cárcel. En 1973 publico mi primer libro. Eso es la adversidad personal pero también histórica. Escribir no contra, sino como respuesta. No temo la negatividad, sobre todo si es dialéctica. Pero se trata, en mi caso, de escritura como respuesta. El terreno biográfico ya se desplegaba así desde la muerte de mi madre, cuando tenía yo un año y medio. Claro que no podía escribir a esa edad. Menos publicar. Pero empieza, desde ahí, el imaginario a elaborar sus figuras de consuelo y de sustitución. Respondiendo a esas dos adversidades se organiza la escritura, como un buceo en la nada que hace emerger la escritura ("Faray un vers" de Guillaume de Poitiers, "Un coup de dés" de Mallarmé, la "Conferencia en Juilliard" de John Cage, para dar tres ejemplos). Esta fascinación se refrenda con la circunstancia biográfica, con aquella "ausencia que se vuelve presencia alucinante", como dice Lacan. La escritura poética está desde siempre como latencia con carácter de lleno. Esa latencia empieza a tomar forma en la adolescencia, el momento de libertad para mí, pausa entre dos catástrofes, y aparece en público poco después que mi padre está preso, lo cual no deja de mostrarse como contradicción: algo llena una ausencia de presencia, por lo tanto ocupa su lugar. Y por lo tanto genera, a la vez que un referente, un punto de apoyo, una culpa.


- Frente a esa latencia de la nada, tu escritura se despliega en distintas ondulaciones de sentido, desde afirmaciones rotundas hasta derivaciones sonoras. ¿De qué modo crees que esta respuesta del lenguaje consigue crear una nueva presencia en el espacio del poema?


- Un poema es un acto de una cierta arbitrariedad en la resolución aunque el motivo de su creación, su idea o su necesidad hayan sido precisas. A mí me gusta seguir lo que escribo. Por eso alguna vez escribí que un poema "se sigue". El seguimiento de lo hecho por uno mismo implica una no predeterminación aunque el poema tenga una o varias historias retóricas y el lenguaje tienda a producirse según un cierto orden, una cierta lógica o un cierto canon. A mí me gusta la idea de que un poema sea más que un poema e incluso que un poema no sea un poema. Pero la paradoja seguiría en el gusto por el poema: para que el poema me interesara, produjera algo en mí, ese poema que no es poema tendría que remitir a una concepción de lo que es poema; sucede obviamente con los antipoemas de Parra. Yo he jugado con eso, pero no me queda claro, y si me quedara, no me correspondería a mí quebrar una lanza por mis logros. Lo que puedo hacer es defender una postura. Y es ésa: la consideración, la mayoría de las veces, del lenguaje poético como campo a explorar.



- También hay momentos en que el lenguaje se vuelve sobre el mismo poema y lo cuestiona, con reflexiones que se acercan mucho a las de tus ensayos. ¿De qué manera se relacionan ambos tipos de escritura?



- Es difícil para mí un poema que no contenga una pizca de autocuestionamiento como lenguaje. Es un reconocimiento histórico del estado del poema, del estado en el que está y del proceso por el que llegó donde está. El autocuestionamiento es una marca en el poema de su propia historia, no es una marca "de afuera": es un recurso interno. Escribí mucho sobre eso en mis ensayos, temática y escrituralmente, esto es, como motivo de escritura y como escritura misma. En Resistir se ve eso a lo que aludo como práctica. La relación entre escritura del poema y escritura del ensayo es una relación casi obvia hoy en día o al menos para mí. El poema es un ensayo. Y el lenguaje ensayístico que no tenga una cierta "temperatura estética", como diría Roman Jakobson, se vuelve a mi modo de ver muy difícil de leer. No tiene fuerza de atracción material su escritura, es puro plano de la idea o del pensamiento más o menos activo, más o menos fuerte. Leer a Charles Olson, a John Cage, a Augusto de Campos - que hizo ensayo versificado- es un placer que va más allá de la imposición de "lo que se quiere hablar".


- A pesar de la conciencia crítica del lenguaje, pareciera también que la esperanza en las posibilidades de la poesía es más fuerte ("He visto poemas salvar vidas / sin que lo supieran / ni los poemas / ni las vidas."). ¿De qué manera crees que es posible seguir sosteniendo, hoy, esa esperanza?


- Que un poema salve vidas no implica que no pueda cuestionarse a sí mismo como lenguaje. Hay una esperanza poética en salvar vidas. Pero la esperanza ya no creo que pueda ser un acto de inocencia sino un acto de sobrevivencia, de conciencia activa y jugada ahí. La confianza que hay ahí es una conciencia en el acto poético, no en la aparente inocencia del acto que ponen en juego los practicantes de escritura y lectura. En términos propositivos y en un ámbito más amplio: que la conciencia no anule la esperanza ni que la esperanza anule la conciencia. Estoy hablando de esperanza, no de fe. El poema es una entidad posible cuya escritura es un imposible que se traduce en posible. Es el límite de mi mitificación, el alcance de una mitopoética personal, en mi caso. "Salvar vidas" puede parecer lenguaje metafórico. A mí la poesía me salvó del desastre en ocasión del encarcelamiento de mi padre durante la dictadura militar en Uruguay.

EDUARDO MILAN: EN EL JUSTO LUGAR

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ESTOY donde debo estar
tentativamente en una arena
donde el dedo evoca un eco
de algo gritado entre algas:
sobre la arena cierro un círculo
que el dedo desconoce, fuera.
El garabato cumple conmigo, garabatea
sobre la arena húmeda, gira.
cumple también con el garabato,
cumple con el cumplir, saluda
al saludo, alcanza una cumbre: "Nos vemos"
-así el albatros.
Estoy donde debo estar
-no sé en que otro podría
donde la palabra puede estar.

OLVIDO GARCIA VALDES: LA POESÍA, ESE CUERPO EXTRAÑO

26.julio.89

La tierra es blanquísima (¿dónde mueren los pájaros?)





Escribir el miedo es escribir
despacio, con letra
pequeña y líneas separadas,
describir lo próximo, los humores,
la próxima inocencia
de lo vivo, las familiares
dependencias carnosas, la piel
sonrosada, sanguínea, las venas,
venillas, capilares







-------------- Toledo, II.noviembre.1999

OÍDO al poeta sirio Nazih Abu Afash en la Escuela de Traductores:





... que la poesía me permitiría decir lo que tenía que decir sin que la muerte se enterara

ENRIQUE FALCON: PREGUNTAS


Si la III Guerra Mundial –guerra "fría" que, sin embargo, tantos muertos costó y que en tantos lugares del planeta se fue peleando– acabó en el 89; y si en el 91 se declaró el primer "casus belli" de la Cuarta de nuestras guerras totales; ¿por qué no nos salen bien las cuentas bélicas cuando escuchamos que el pasado once de septiembre se inició una "nueva" y tercera guerra global? ¿Olvidaron en la CIA las lecciones de matemática de los Cursos de Adiestramiento? ¿Qué páginas de la Historia de la infamia y qué recortes del mapa en Geografía ardieron aquel día en el incendio del Pentágono? ¿Encontraron ya la caja negra de este lío de guerras incontables?
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¿A cuánto está el muerto en el mercado internacional de almas? ¿Cuántos comerciantes afganos equivalen a un neoyorquino? ¿Intervienen los bancos, las bolsas y las directrices económicas internacionales en ir fijando estas equivalencias de conversión? ¿Dice algo de ello el Instituto Mundial de Pesos y Medidas? ¿Quién amasa el pan en Kabul? ¿Quién acaricia su harina? ¿Cuántas de esas familias hoy bombardeadas atacarán Nueva York dentro de 10 años? ¿Sus lágrimas saben ya de esa desesperación de mañana por venir? ¿Por qué los supuestos autores de los atentados sobre la Cosa Este eran todos miembros de las élites árabes? ¿De verdad las élites "moderadas" que han de sustituir a los talibanes en el gobierno de Afganistán ayudarán a ser garantes de una libertad que sea perdurable? ¿Será, para entonces, tan recomendable en Kabul leer a Milton Friedman como hoy lo es no afeitarse la barba?

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¿Qué curiosa versión de la Biblia ojea George Bush en casa? ¿Le extirparon el sermón de la montaña? ¿Qué Dios es el convocado: el Dios de los pobres, clavado con ellos en una cruz, o el de los ricos, que en el dólar aparece y crucifica bendiciendo? ¿Y qué versión del Corán leen los teólogos talibanes? ¿Cuántos nombres pronuncian de los 99 Nombres de Alá? ¿Qué hicieron del Clemente y del Misericordioso que ya nos va besando en la primera de las suras coránicas? ¿Dónde se pueden consultar estas peculiares ediciones de los libros que un mismo Dios nos susurró? ¿Quién les añadió las erratas, quién cambió las comas?

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¿Cuánto tiempo se tarda en sustituir a Fukuyama por Huntington en el mercado hegemónico de las ideas? ¿Ha contratado ya la CIA al intelectual orgánico que logre esa maravilla de hacer compatible la tesis del "fin de la historia" (que a tantos muertos olvida) con la del "choque de civilizaciones" (que tantas muertes justifica)? ¿Son distintos sus muertos? ¿Distinto lo que ambas silencian?
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¿Pagan con buenos salarios las Agencias de Inteligencia Occidentales al anónimo autor de los chistes sin gracia que, en torno a estos sucesos, circulan por internet? ¿Son tan imprevisibles las armas de la desesperación de los pobres comparadas con las armas con que los poderosos gendarmean el mundo? ¿Asume su hijo la declaración de guerra que Bush-padre proclamó en el 89 al presentar triunfalmente su "Nuevo Orden Internacional"?
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¿A qué altura del tiempo un "freedom fighter" se nos convirtió en un "terrorista fanático"? ¿En qué momento preciso dejó de ser "perdurable" la libertad por la que él luchaba y para la que los perros del amo le entrenaron? ¿A qué esta manía de que al Imperio le crezcan tanto los enanos? ¿Por qué la única "guerra justa" es siempre la presente? ¿Es que existe una distancia invisible de sangres entre la derramada en un soldado soviético nacido en Novosibirsk y la de un comercial de las WTC? ¿Y qué dura más: una libertad perdurable, o una justicia infinita? ¿Duermen de verdad tranquilos los secuestradores del lenguaje, los moduladores sutiles de nuestra semántica?
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¿Convocan unos la Democracia como otros la Guerra Santa? ¿Quién compuso esa misma tonada? ¿Y quién después tradujo la letra? ¿Son distintos sus himnos?; ¿diferentes sus víctimas? ¿Por qué –en la traducción correcta de su declaración de octubre– Bin Laden trazó la misma línea divisoria entre "el campo de los creyentes" y "el campo de los infieles", que la ya clásica en Occidente entre "civilización" y "barbarie"?
¿Por qué la opinión pública estadounidense se declaró mayoritariamente a favor de estar dispuesta a ver recortadas sus libertades individuales a cambio de mayor seguridad? ¿Sólo puede ser "perdurable" una libertad que se someta a los mecanismos permanentes del control y de la bio-vigilancia? ¿Invertirán también en "libertad perdurable" los 248.063 millones de pesetas que el Estado español dedicará, en 2002, a investigación y desarrollo de material militar? ¿Qué botellas se descorcharon en la sede del FMI al prever lo difíciles que –todavía más– se volverán ahora las movilizaciones de las fuerzas democráticas que, de Seattle a Génova, se han expresado contra la globalización capitalista?

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¿Dónde viven los hombres que hablan de pan y comparten la mesa? ¿Contra qué civilización se han conjurado los desertores e insumisos que están encarcelados en la Prisión Militar de Alcalá de Henares? ¿Fueron atacados los locos de la risa cuando cayeron de un golpe las Torres y el Pentágono? Y: ¿qué hay de civilizado en el bombardeo alterno de misiles y víveres? ¿Reside acaso en su alternancia? Si se aplica la misma Ley Gravitatoria a la caída de bombas y a la caída de pan desde un avión sobre Qandahar, ¿podemos aplicar la misma tasa ética? ¿O son otras las caídas?

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Y si todos somos afganos, y si todos somos neoyorquinos, ¿contra quién clamaremos en el día del amor?: ¿en qué selvita del mundo se revuelve la esperanza?

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(Enrique Falcón)