lunes, 30 de julio de 2007

ADA SALAS: Alguien aquí

ADA SALAS con poetas de Polimnia 222, Correcher, Rebeca Díaz, Laura y Andrés Navarro, en su visita a Valencia
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Prefiero los poetas invadidos a los poetas dueños. Prefiero a los desposeídos. Esa es la diferencia, por ejemplo, entre el Huidobro del "Canto I" de Altazor, poeta desposeído, y el del "Canto V", poeta dominador. Hay, también, poetas híbridos, y otros que cambian, según evolucionan, de condición. Me interesa el poeta que se transparenta en el poema casi a su pesar, el que no se impone
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ALGUIEN AQUI.
Notas acerca de la escritura poética

ANTONIO COLINAS: CONOCER, ESCRIBIR, SER, COMPARTIR

La poesía es para mí una vía de conocimiento. Es decir, un medio para sentir, interpretar y valorar la realidad y nuestra propia experiencia humana. Pero no sólo esa realidad aparente que los ojos ven, sino la que yo he llamado en otros momentos una realidad transcendida o trascendente. Creo que a la poesía no le está destinada la misión informativa que, de manera más concreta o “fotográfica”, nos ofrecen otros géneros literarios, como el ensayo o el periodismo. En el poema, la palabra se caracteriza porque es y debe ser, ante todo y sobre todo, palabra nueva.





No basta con copiar o repetir la realidad, o los temas de la tradición. Hay que hacerlo con palabra que se distinga, con palabra nueva. Es la novedad que ofrece la palabra poética –su necesidad de fulgor, de intensidad, de emoción, de pureza formal-, lo que distinguen al poema, lo que hace que el poema sea tal poema y no prosa cortada engañosamente en trozos. Estas son algunas de las características que yo le exijo al poema para que sean verdadero poema.

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La poesía es también algo estrechamente unido a la vida, a la experiencia de ser, al viaje exterior e interior de cada creador. No concibo un mundo sin poesía y no concibo, por ello, que ésta no vaya estrechamente unida a la experiencia cotidiana. Bajo este punto de vista, la creación poética tiene mucho que ver con lo que Jung reconocía como proceso de individuación, es decir, el que nos lleva a cada uno de nosotros al pleroma: a ser lo que cada uno de nosotros queremos y debemos ser, a la plenitud. Por eso, la poesía se manifiesta a través de un lenguaje que nos sitúa en un alto grado de consciencia y que nos pone en ese camino que conduce a la plenitud de ser.

ANTONIO COLINAS

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Antonio Colinas nació en La Bañeza, León, España, en 1946. Además de un reconocido poeta, ha ejercido otros géneros literarios como la novela, el cuento, el ensayo, la biografía, el libro de viajes, el periodismo y la traducción. Su obra ha sido reconocida con el Premio de la Crítica en 1975, por su libro Sepulcro en Tarquinia; el Premio Nacional de Literatura en 1982, la Mención Especial del Premio Internacional Jovellanos de Ensayo en 1996 y el Premio de Las Letras de Castilla y León (1998). Ha realizado traducciones de la Poesía Completa del Nobel Salvatore Quasimodo y de las Obras de Giacomo Leopardi, editadas por el Círculo de Lectores. Entre sus libros de poemas, se encuentran: Astrolabio (1979); Noche más allá de la noche (1983); Jardín de Orfeo (1988). En 1982, una recopilación de sus versos recibió el Premio Nacional de Literatura. Otros de sus libros: Los silencios de fuego y, Libro de la mansedumbre. Bajo el título de El río de sombra, se ha recogido toda su poesía escrita.




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Video recitando en el Festival de Medellín:








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CANTO XXXV






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Me he sentado en el centro del bosque a respirar.



He respirado al lado del mar fuego de luz.



Lento respira el mundo en mi respiración.



En la noche respiro la noche de la noche.



Respira el labio en labio el aire enamorado.



Boca puesta en la boca cerrada de secretos,



respiro con la sabia de los troncos talados,



y, como roca voy respirando el silencio



y, como las raíces negras, respiro azul



arriba en los ramajes de verdor rumoroso.



Me he sentado a sentir cómo pasa en el cauce



sombrío de mis venas toda la luz del mundo.



Y yo era un gran sol de luz que respiraba.



Pulmón el firmamento contenido en mi pecho



que inspira la luz y espira la sombra,



que recibe el día y desprende la noche,



que inspira la vida y espira la muerte.



Inspirar, espirar, respirar: la fusión



de contrarios, el círculo de perfecta consciencia.



Ebriedad de sentirse invadido por algo



sin color ni sustancia, y verse derrotado,



en un mundo visible, por esencia invisible.



Me he sentado en el centro del bosque a respirar.



Me he sentado en el centro del mundo a respirar.



Dormía sin soñar, mas soñaba profundo



y, al despertar, mis labios musitaban despacio



en la luz del aroma: "Aquel que lo conoce



se ha callado y quien habla ya no lo ha conocido".

JUAN VICENTE PIQUERAS: Confesión del poeta







Memoria del Festival Internacional de Poesía de Medellín. Confesión del fugitivo es uno de los poemas que leyó el poeta español Juan Vicente Piqueras en junio de 2001 en Medellín, en la undécima edición de este encuentro. En el poema, Piqueras revela la condición del exilado, del fugitivo cuyo destino es escapar, sin saber quizás dónde ni hasta cuándo. Juan Vicente Piqueras nació en Los Duques de Requena, Valencia, España, en 1960. Es Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Valencia. Desde 1988 reside en Roma, donde ha sido profesor del Instituto Cervantes. Ha publicado los libros: Tentativas de un héroe derrotado (separata de la revista Cuadernos Hispanoamericano --Madrid, octubre 1985-), Castillos de Aquitania (Edizioni Stelle, Sassuolo, 1987); La palabra cuando (Premio de Poesía José Hierro, 1991) y La latitud de los caballos (III Premio de Poesía Antonio Machado en Baeza, 1999). Ha traducido del italiano La miel de Tonino Guerra (Ediciones La Palma, Madrid, 1994). Juan Vicente Piqueras fue el reciente ganador del Premio Internacional de Poesía para libros de poesía en lengua castellana, otorgado por el Festival Internacional de Poesía de Medellín.

(Revista Prometeo)


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En video:
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CONFESIÓN DEL FUGITIVO


Sólo soy feliz yéndome.
No entre cuatro paredes, con sus sendas espadas,
sino entre aquí y allí, una casa y otra,
ajenas ambas preferiblemente.
No puedo ya, ni quiero, estarme quieto.
Ni ahora ni después. Ni aquí ni allí.
En todo caso ahí, donde estás tú,
seas quien seas tú, ponme tu nombre.
Yo no soy yo ni puedo tener casa.
No digo ya porque nunca lo fui,
nunca la tuve, siempre fui extranjero:
el mendigo que duerme bajo el puente
que une mis dos orillas y yo cruzo
sin poder, día a día, detenerme.
Escribo porque espero. Pero ya no sé qué,
se me ha olvidado. Espero que escribiendo
llegue a acordarme. Insisto en la intemperie.
Sinvivo entre paréntesis
en el espacio vivo y tiempo muerto
de la espera de qué, entre dos aquíes.
Nunca en, sino entre. No in ma tra.
He decidido que mi patria sea
no decidir, no estar en ningún sitio
que no sean aviones, naves, trenes,
donde yo sea sólo el pasajero
que sé que soy, sabiendo
que me inquieta la paz
y la quietud me asusta,
que la seguridad no me interesa,
que sólo soy feliz cuando me sé fugaz.