jueves, 14 de junio de 2007

CESAR VALLEJO: ESPEJO DE LAS MULTIPLICIDADES PERDIDAS



Trilce


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Hay un lugar que yo me sé
en este mundo, nada menos,
a donde nunca llegaremos.
Donde, aún si nuestro pie
llegase a dar por un instante
será, en verdad, como no estarse.
Es ese un sitio que se ve
a cada rato en esta vida,
andando, andando de uno en fila.
Más acá de mí mismo y de
mi par de yemas, lo he entrevisto
siempre lejos de los destinos.
Ya podéis iros a pie
o a puro sentimiento en pelo,
que a él no arriban ni los sellos.
El horizonte color té
se muere por colonizarle
para su gran Cualquiera parte.
Mas el lugar que yo me sé,
en este mundo, nada menos,
hombreado va con los reversos.

-Cerrad aquella puerta que
está entreabierta en las entrañas
de ese espejo. -¿Esta? - No; su hermana.
-No se puede cerrar. No se
puede llegar nunca a aquel sitio
-do van en rama los pestillos.
Tal es el lugar que yo me sé.

OCTAVIO PAZ Y LA SUBLIME ESCRITURA




Hermandad




Homenaje a Claudio Ptolomeo


Soy hombre: duro poco
y es enorme la noche.
Pero miro hacia arriba:
las estrellas escriben.
Sin entender comprendo:
también soy escritura
y en este mismo instante
alguien me deletrea.
OCTAVIO PAZ

JOSE GOROSTIZA: MAR CONFIDENTE

La tarde
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Ruedan las olas frágiles
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de los atardeceres
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como limpias canciones de mujeres.

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Pausas (fragmentos)

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I
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¡El mar, el mar!
Dentro de mí lo siento.
Ya sólo de pensar
en él, tan mío,
tiene un sabor de sal mi pensamiento.
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II

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No canta el grillo. Ritma
la música
de una estrella.
Mide
las pausas luminosas
con su reloj de arena.
Traza
sus órbitas de oro
en la desolación etérea.
La buena gente piensa
-sin embargo-
que canta una cajita
de música en la hierba.


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Elegía

A veces me dan ganas de llorar,
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pero las suple el mar.


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Cantarcillo




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Salen las barcas al amanecer.
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No se dejan amar,
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pues suelen no volver
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o sólo regresan a descansar.




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JOSE GOROSTIZA



Nació en Villahermosa, Tabasco, en 1901, y murió en la Ciudad de México en 1973.

Formó parte del grupo de la revista Contemporáneos (1928-1931).


De la canción, animada por la sencillez, José Gorostiza evolucionó hacia "una investigación de ciertas esencias --el amor, la vida, la muerte, Dios-- que se produce en un esfuerzo por quebrantar el lenguaje de tal manera que, haciéndolo más transparente, se pueda ver al través de él dentro de esas esencias". Esa actitud saturó finalmente su labor poética y, sin perder el impulso emotivo inicial, se conformó con una poesía que, no obstante su brevedad, ha provocado el mayor número de interpretaciones que se hayan publicado acerca de un escritor mexicano de los últimos lustros. "Muerte sin fin" (1939), texto escrito de acuerdo con temas comunes a los distintos poetas de su generación, se desborda hacia el reconocimiento de una fuerza destructiva que no sólo abarca la conciencia, sino que se halla en la totalidad de la materia. Tales ideas, acompañadas de descripciones y cantos unidos a la invariable reflexión acerca del destino humano y el alcance del campo racional, se manifiestan con un sentido depurado que difícilmente encuentra similitud en la historia de la poesía nacional.




Laberinto
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No habrá nunca una puerta. Estás dentro
y el alcázar abarca el universo
y no tiene ni anverso ni reverso
ni externo muro ni secreto centro.
No esperes que el rigor de tu camino
que tercamente se bifurca en otro,
tendrá fin. Es de hierro tu destino
como tu juez. No aguardes la embestida
del toro que es un hombre y cuya extraña
forma plural da horror a la maraña
de interminable piedra entretejida.
No existe. Nada esperes. Ni siquiera
en el negro crepúsculo la fiera.
-
Jorge Luis Borges