lunes, 16 de abril de 2007

JOSE ANTONIO MUÑOZ ROJAS (III)




OBJETOS PERDIDOS



CREO que ayer tarde en este mismo banco

me lo dejé. Está seguro? Dice en este banco?

Sí; estuve en este banco. Cómo era?

Seguro me lo dejé. Tarde me dí cuenta

que algo me faltaba. Volví otra vez al banco.

No me dejé algo olvidado aquí? Usted delira.

No existen bancos ni parques para

corazones olvidados. Sí una sección

para objetos perdidos. Allí tal vez, quizá,

podrá encontrarlo.

HOY le tocó al audífono, una

de mis varias prótesis, dejado u olvidado,

con lo que me hubiera gustado no perderme

lo que los sabios dijeron. Eran varios

y cada uno decía lo que decía.

Y yo, perdiéndomelo por el maldito audífono

olvidado, que debía ser mucho, todo,

nada, y yo perdiéndomelo, por culpa

del olvidado audífono, lo que decían los sabios.




JOSÉ ANTONIO MUÑOZ ROJAS nació en Antequera (Málaga) en 1909. Su primer libro, Versos de retorno, es de 1929. Lector en la Universidad de Cambridge durante algún tiempo y gran conocedor de la lírica inglesa, ha traducido al castellano obras de John Donne, Richard Crashaw, William Wordsworth, Gerald Manley Hopkins, Francis Thompson y Thomas Stearns Eliot. Dentro de su obra poética cabe destacar Cantos a Rosa (1954). Los poemas aquí reproducidos pertenecen a su libro de versos inédito Objetos perdidos, de próxima aparición en Pre-Textos (Colección "La Cruz del Sur").

ELENA ESCRIBANO: SABER DECIR LO SUFICIENTE


En el centro, Elena Escribano, con sus alumnos de Poliminia, en la recogida en Soria del Gerardo Diego 2006


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DESPEDIDA
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No busca compañía.

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Se envuelve en soledad
porque le hiere el aire que respira.

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Si todo es llaga abierta
en la piel transparente de los días,
hasta el muy alto vuelo de los pájaros
araña la mirada

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(EL SECRETO)

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He escondido mi tesoro en tus ojos.

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No necesito verte
yo,
es mi avaricia.

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"Despedida" y "El secreto" del Poemario REINCIDENCIAS de Elena Escribano que obtuvo el premio GERARDO DIEGO 2006

SANDRA GARRIDO: INDARK


Mujer en cruz,
en una mano los latidos
en la otra los pensamientos.
Mi lengua, un nudo.
Exorcizo el último ángel.
Flagelada mi buena voluntad,
a Lucifer espero con su abrazo.
En la codicia de morderle al mundo,
me indigesto de avaro consumismo,
dispepsia crónica en mi psique.
Sangrante espíritu,
escalo por fragosos círculos
con las piernas de par en par.
Mujer en cruz.