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Uno lee para hacer preguntas.
(Kafka a Gustav Janouch)
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El oficio de las letras es, pese a todo, el único en el que se puede no ganar dinero sin hacer el ridículo.
(Jules Renard)
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Escribir no lleva a la miseria, nace de la miseria.
(Montaigne)
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Es imposible hacer una buena película sin una cámara que sea como un ojo en el corazón de un poeta.
(Orson Welles)
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¿Será por eso que Welles se arruinó varias veces en su vida
pese a dejarnos una magna obra subversiva, feraz, abierta,
desoladoramente acallada, incendiada de pasión y repudio
del poder, del dinero, de la fama, que tan de cerca siguieron
como sombra del diablo al gran Orson?
¿Puede ser hoy un poeta complice del sistema de injusticias
legales y escribir con autoridad una obra magna, incorruptible,
legado de los que vienen, esperanza de los que resisten,
goce de los que entienden y leen con lentitud y atrevimiento?
¿Todo vale? ¿Nada?. ¿De parte de quién están los que controlan
autarquicamente el poder, la cultura, los medios? Y la poesía,
¿puede servir al ostracismo, a la mentira de los jurados,
a la conjura de los elegidos, al placebo para las masas?
La poesía es belleza, es forma, pero no sometida al interés
ajeno a la justicia, la veracidad, lo honesto, la compasión
y el fraterno entendimiento, la curiosidad deliberativa,
la sospecha insobornable, el intelecto dialogante y crítico.
¿O si puede?
¿Puede sólo la apariencia, el simulacro, vacío de moral,
vacío de la realidad humana, en su ciega apuesta hedonista
o en su inconsciente y pasiva contemplación de lo no herido
ser considerara arte, poesía, por el hecho de sonar musicalmente
o guardar aspecto estético de equilibrio formal y pulcritud expresiva?
¿Es un slogan del sumo lujo comercial poesía?
Víktor Gómez
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