viernes, 9 de marzo de 2007




"¡Haced rizoma y no raiz, no planteis nunca!. ¡No sembreis, horadad! ¡No seais uno ni multiple, sino multiplicidades! ¡Haced la linea, no el punto! La velocidad transforma el punto en línea. ¡Sed rápidos, incluos sin moveros! Linea de suerte

, linea de cadera, linea de fuga. ¡NO suscitéis un General en vosotros! Haced mapas y no fotos ni dibujos! ¡Sed la Pantera Rosa y que vuestros amores sean como los de la avispa y la orquídea, el gato y el babuíno!


RIZOMA (Introducción) de Guilles Deleuze y Félix Guattari

Extracto de "Artes Poéticas: últimas tendencias. Enrique Falcon

4 tésis de Mayo, 2004

La verdad es que, en literatura, no me desagrada nada esa idea de que se nos despiste la mente de la supuesta “materia poética”, porque creo en la necesidad de que seamos permanentemente descentrados y sacados de nuestra inviolable vida privada, no más por poder devolverle a lo personal, a lo íntimo, aquello colectivo y común que nos ha sido arrebatado. Mi maestro Roque Dalton denunciaba la presuposición de que la poesía fuera un “vaso santo” que no debiera mancharse con el imperialismo, la tortura o la miseria cotidiana de los sin voz y los sin rostro. Yo creo que vale la pena (y mucho) que la poesía se nos contamine irremediablemente con ese olor a pies (de realidades supuestamente ajenas tanto a la materia de un poema como a nuestro macdonalizado cuartito íntimo), que la poesía se nos contamine con ese vuelco de mostaza, con el crimen nuestro de todos los días.


Mientras que nuestra suerte en común sea entendida como un asunto también personal, no cabrá un lugar para la esperanza. Y lo que uno escribe a la intemperie del mundo debería dar ¿por qué no? tamnién cuenta de ello.

La verdad es que, en literatura, no me desagrada nada esa idea de que se nos despiste la mente de la supuesta “materia poética”, porque creo en la necesidad de que seamos permanentemente descentrados y sacados de nuestra inviolable vida privada, no más por poder devolverle a lo personal, a lo íntimo, aquello colectivo y común que nos ha sido arrebatado. Mi maestro Roque Dalton denunciaba la presuposición de que la poesía fuera un “vaso santo” que no debiera mancharse con el imperialismo, la tortura o la miseria cotidiana de los sin voz y los sin rostro. Yo creo que vale la pena (y mucho) que la poesía se nos contamine irremediablemente con ese olor a pies (de realidades supuestamente ajenas tanto a la materia de un poema como a nuestro macdonalizado cuartito íntimo), que la poesía se nos contamine con ese vuelco de mostaza, con el crimen nuestro de todos los días.

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